Guerra



Islam: el infierno llama a nuestras puertas

Por Yolanda Couceiro Morín

Asesinatos, violaciones, decapitaciones, matanzas masivas, ejecuciones colectivas, crucifixiones públicas… Cuando parecía que en matería de crímenes bárbaros y monstruosos ya habíamos llegado a los más horribles extremos de la mano experta de los islamistas radicales que martirizan toda tierra que sufre su presencia, nos llega la atrocidad inaúdita de la tortura de quemar vivo a un ser humano encerrado en una jaula.

No se trata de un acto cometido en el fragor de un combate, en el extravío de una situación de extrema tensión e ira incontrolable. El horror no sería menos, pero la circunstancia ofrecería el pretexto de la pérdida de todo control en una situación de locura transitoria, de furor irrefrenable.

Estamos ante un abominable suplicio, premeditado, puesto en escena y llevado a cabo con una espeluznante sangre fría y una maldad incomensurable. Y esa iniquidad que subayace en esa clase de hombres que son capaces de cometer actos de tal salvajismo ha sido santificada por la religión que les sirve de coartada, de cobertura moral y de justificación teológica. Si su dios les ordena estas salvajadas, y ahí está el Corán para salir de dudas, si su mensajero, el “mejor de los hombres” hizo estas barbarides y las ordenó hacer a sus seguidores, entonces toda maldad queda bendecida, no hay límite para la crueldad, no hay barrera para el crímen, no hay tope para la perversidad: el Mal es la norma, y debemos entender a través de esos métodos la naturaleza del fin. La concordancia entre la meta buscada y los medios empleados para llegar a ella es total. Sólo un objetivo fundamentalmente criminal e inhumano podía justificar tales medios para alcanzarlo. El islam es una aberrante ideología totalitaria y sus métodos horribles y sanguinarios son acordes a su esencia grotesca y monstruosa. Y esa coincidencia acabada entre fines y medios no podía ilustrar mejor la condición maligna de esa religión/ideología totalitaria y opresiva, esa cosmovisión absolutista execrable que transforma a sus más exaltados adeptos en seres desalmados, en sádicos despiadados, en monstruos sanguinarios.

La crónica diaria de los crímenes islámicos llenan las páginas de todos los medios del mundo, en un crescendo espantoso que no parece tener fin. ¿Y mañana qué? ¿Qué bestial tortura inventarán, qué horripilante tormento aplicarán a las desventuradas víctimas de su sadismo sin límite?

Podríamos refugiarnos en el preventivo egoísmo y la inconsciente ilusión de pensar que estas atrocidades ocurren “allá fuera”, en los vastos territorios dejados de la mano de Dios y huérfanos de toda bondad, compasión o elemental humanidad, y que estas insoportables imágenes de un espanto inimaginado son sólo la pesadilla de los que no tienen la fortuna de haber nacido en este lado de la civilización, en el amable refugio de un mundo basado en normas, leyes y costumbres nacidos bajo la sombrilla protectora de un universo moral, sin duda imperfecto y mejorable, pero edificado a la medida del hombre y garante de sus elementales derechos y su inalienable dignidad.

Pero tengo una mala noticia para todos nosotros. Estas fieras despiadadas, estas feroces hienas, estas bestiales criaturas del demonio se han desparramado como una maldición por la faz de la tierra y han llegado a nuestros puertos, han entrado en nuestros muros, acampan en nuestras ciudades…

Nos cruzamos con estos chacales a diario en las calles, en los transportes públicos, en los supermerecados, en el ascensor… Algunos incluso parecen inofensivos y en ocasiones hasta educados… Las atrocidades de las cuales nos llegan el inmediato eco gracias al portento de las nuevas tecnologías en imágenes instantáneas y en HD, pronto pueden ser nuestra cotidiana realidad. Hoy todavía podemos apagar el televisor, cerrar el ordenador, taparnos la cara, mirar hacia otra parte y reposar la vista en cosas más agradables… Mañana, un mañana que ya empieza a ser hoy, no podremos hacer otro tanto. Es ahora que debemos tomar todas las medidas oportunas contra ese futuro dantesco que llama a nuestras puertas, esa llamada que parecemos no oír en el ruido de la fiesta insensata que arrecía ahí fuera.

¿Cuántas de estas hienas caminan entre nosotros, cuántas de estas alimañas nos parasitan mientras esperan el momento de degollarnos, de arrancarnos el corazón, de tirarnos desde un quinto piso o de quemarnos vivos? La cantidad exacta de estos monstruos depravados no la podemos conocer, pero estamos seguros de su existencia, de su proximidad, de su crecimiento continuo, así como de su sed de sangre, de su voluntad destructiva y de sus ansias asesinas, continuamente materializadas en diversos escenarios del planeta en un derroche de brutalidad inagotable.

Ya nadie en su sano juicio y con ojos en la cara puede tomar esta previsión como el enfermizo vaticinio de un profeta de la desgracia, como la provocación alarmista de un “fascista”, como la viciosa incitación al odio al “diferente”, como la pérfida voluntad de soliviantar la paz del servil rebaño y perturbar el sueño narcótico de una sociedad que prefiere no ver ahora al precio de no vivir mañana.

¡Abran los ojos y asoménse a los abismos incandescentes del infierno! ¿No sienten ya las llamas acariciarles la cara, quemarles el aliento, abrasarles la garganta, chamuscarles la piel?


Autor: Hasbarats

Traducido de Navegant cap a la Jihad en un mar de Mecca-Cola. 

Manuel Tapial en uniforme de combate

Ha nacido una vedette. Ni los mejores desfiles de Tania Doris en Molino pueden compararse con la entrada de Manuel Tapial en el aeropuerto de Barcelona ondeando la bandera palestina con una mano y exhibiendo el signo de la victoria con la otra. Hay mucho macarra social que, a parte de parasitar en nuestros impuestos, sueña en convertirse en una especie de líder mundial de los desconcertados y los malnacidos. Sólo hay que combinar demagogia, una barra infinita, unas autoridades impresentables, el oportunismo de la prensa y un antisemitismo secular. Lo que no habíamos visto hasta ahora era una saga familiar de agitadores chalados que se hacen llamar «activistas» haciendo chantaje al estado español para no perder su porción del pastel de las subvenciones ahora que la vaca pública está magra. ¿Qué se pensaban, que se trataba de solidaridad? No, se trata de un pulso entre una ONG minúscula que debe aprovechar como sea el protagonismo salpicado con sangre de sus 15 minutos de gloria y los gobiernos de España y de Cataluña, formados por cobardes, antisemitas, corruptos y ineptos. 

Los Manolos (Espinar-Tapial) no tienen reparos a la hora de reinterpretar la noción de «familia». De hecho, en Sicilia hace siglos que lo practican, y además desde hace algún tiempo algunos dictadores muy preciados por los antisistema de salón – republicanos todos – manejan y se pasan el poder en familia. ¿Elecciones? ¡Y ahora! Para ellos la democracia parlamentaria es un cáncer de la burguesía. Así tenemos satrapías hereditarias a Siria, Corea del Norte, Cuba y el Congo, en Irak les fue de un pelo. Los «agitactivistas» tendrían un destino poco exitoso en estas dictaduras, porque los tiranos tienen poca disposición a la tolerancia y más bien poco sentido del humor y los disidentes normalmente acaban pudriéndose en una mazmorra o protagonizando una siniestra ejecución pública. 

Las tres criaturas que aparecen en la foto son: David Segarra, Manel Tapial y Laura Arau.

Las tres criaturas que aparecen en la foto son: David Segarra, Manel Tapial y Laura Arau.

Manuel Tapial (la versión tuneada del Cojo Mantecas) vive de la impostura y de una prensa indecente que le ríe las gracias. Nos centramos en él porque los otros dos «cooperantes» se han dejado eclipsar por este megalómano. Los que tenemos cierta edad ya hemos visto unos cuantos de estos y la experiencia nos facilita detectarlos pronto. Normalmente en poco tiempo demuestran su capacidad de hundirse en la corrupción y de hacer daño a quienes les rodea de una forma devastadora. Vale la pena observar el lenguaje no verbal de este individuo. Quiten el sonido de sus monitores y obsérvenlo. Vean su reacción ante el abrazo de su padre, como no deja hablar a sus compañeros, como cuando más grande es la mentira más grita y gesticula. Fíjense cómo le brillan los ojos y como su mirada va de un lado a otro sedienta de protagonismo. Es sensacional observar como sus compañeros lo miran mientras miente, mientras afirma que los torturaron, los israelíes ejecutaron fríamente algunos pasajeros y «alguien» vio cómo tiraban sus cuerpos al mar, cuerpos que nadie reclama porque sencillamente no existen. Cuando alguien explica algo tan grave, los que lo han compartido contigo no se te quedan mirando como si esperaran que acabes la prédica, asienten con la cabeza, se emocionan, buscan la comprensión en la cara de los interlocutores, interrumpen, gritan. Pero ¿cómo quieren que sea este individuo si su padre lo tiene por una especie de enviado de la verdad revolucionaria? 

En una rueda de prensa de opereta el padre-activista llegó a hablar de «¡el último mensaje al mundo» dado por su hijo! «(Minuto 2). El hombre no podía creer que la ONU, la OTAN o el gobierno español no hubieran intervenido siguiendo los sabios mandatos de su hijo. Y de paso alabó la dictadura cubana y afirmó que «Israel es un estado artificial». ¡Eh, que lo dicen los Manolos! ¿No han leído la entrevista de La Vanguardia en la gran vedette del cleptopacifismo? Vale la pena leerla. El periodista la entrevistaba antes de zarpar de Turquía y, sorprendentemente, le tiraba de la lengua con bastante acierto. En esta entrevista Tapial justifica a Hamás, habla de un «lobby sionista que está prácticamente en todas las capas del poder tanto de Europa como de Estados Unidos«, sentencia que «estoy a favor de la solución de un único estado. A mi juicio, es la única viable, la más democrática. Que ellos elijan el número, yo no se lo voy a poner. Yo no veo la solución de los dos estados por ningún lado”. También habla de ciertos personajes que «siendo judíos, habiendo sido ciudadanos de Israel, pues han renunciada a esa nacionalidad por el trauma que conlleva cargar con el peso de pertenecer a un estado o a un grupo étnico que es completamente irracional para el resto de seres humanos”. Y el tío tiene los pimientos de proclamarse activista de los derechos humanos y «Trabajador Social en la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (Estado Español)». ¡Así de bien nos van las cosas! 

El único trabajo que se le conoce a Manuel Tapial (al margen de las subvenciones conocidas y desconocidas) es el de director de la distribución en España de Mecca-Cola, un brebaje fabricado por el antisemita franco-tunecino Tawfik Mathlouthi y vendido al personal solidario-anticapitalista-eco-alternativo con la excusa de que se trataba de «comercio justo y comprometido» y que «el 10% de las ganancias iban a parar a los niños palestinos» y otro 10% a ONGs del país donde se distribuía. Bueno, Tawfik Mathlouthi fue juzgado y condenado en Francia por delitos fiscales y contables y Médicos Sin Fronteras del país vecino denunció que no habían recibido ni un euro de la Mecca-Cola, desmintiendo la propaganda que hacía correr el tal Mathlouthi. Evidentemente los niños palestinos no debían ver nada de esta generosa mentira, y si llegó algo probablemente se desvaneció entre la compleja administración palestina, tan necesitada de coches de gama alta. 

Mecca Cola, un refresco contra la guerra.

Mecca Cola, un refresco contra la guerra.

La empresa que dirigía Tapial y su padre era la cooperativa Magerit Dis, distribuidora de la Mecca-Cola. Al principio les fue bastante bien porque introdujeron el producto muy oportunamente con motivo del inicio de la guerra de Irak y la llamada al boicot a los productos de los EEUU. Indymedia, Rebelión, Nodo50 y otras plataformas folloneras hicieron el marketing que se esperaba de ellas con eslóganes como «Mecca-Cola, un refresco contra la guerra«. La clientela, además de cierta progresía dispuesta a hacer el sacrificio de beber esa pócima, también se nutría de jóvenes musulmanes militantes de la causa, aunque pasada la novedad dejaron de consumirla porque además de mala era 30 céntimos más cara que la Coca-Cola y uno, por más fanático o solidario que sea, acaba poniendo un límite a la tomadura de pelo. 

El fin de Mecca-Cola en España se precipitó como consecuencia de los atentados del 11-M en Madrid. El diario El País, haciendo una excepción – tal vez porque los muertos de la masacre no eran israelíes -, fue diligente en denunciar que había una trama islamista en la península e hizo público que en Chinchón, en una de las casas de los detenidos, se habían encontrado botellas de Mecca-Cola. Evidentemente, en vez de guardar un prudente silencio, la esperpéntica respuesta de Magerit Dis no se hizo esperar: «¿Por qué habían sacado esa noticia en titulares de portada?» «El País obedecía a los intereses de las multinacionales de la cola«, «¿por qué no denunciaban que en la casa también habían encontrado pantalones Levi’s?», protestaban por «todas las viles acciones», etc. El País respondió que la diferencia entre Mecca Cola y cualquier otra marca u objeto de consumo encontrado en aquella casa era la utilización política que su propietario y los distribuidores habían hecho del producto, con eslóganes como “No más bebidas estúpidas, bebe con compromiso” y “No me agitan, agita tu conciencia” junto a fotografías de niños palestinos enfrentándose al ejército israelí. Fue el fin de la aventura oportunista de los pacifistas radicales metidos a empresarios de la cosa comprometida, sostenible y tal y tal

Pero Manuel Tapial no es rencoroso con los que le hundieron el invento. Por el contrario, los entiende. Si no, lean que escribió hace un año: «Europa en su conjunto recoge a más de 80 millones de árabes de los cuales se estima, según diferentes estadísticas, que más del 70% viven aislados de influencias occidentales y de manera tradicional según los preceptos del Islam. Si hacemos caso a estos datos yo me pregunto; ¿cómo puede ser que como Estados apoyemos por acción u omisión a un Estado como el de Israel que con sus políticas belicistas está en guerra constante con el mundo árabe?, ¿Qué intereses defienda nuestros políticos? ¿Cuántos 11-M u 11-S necesitamos?” Vale, Tapial, se te ha entendido todo. 

Y también hemos entendido la frase «el movimiento social que se ha generado a nivel internacional después de este ataque supone el comienzo de una lucha pacífica para conseguir el principio del fin de Israel«. No nos sorprende que alguna de las respuestas dadas a través de la radio por los «humanitarios activistas» del Mavi Marmara a la patrulla israelí que les pedía que no continuaran fuera «Calla y vuelve a Auschwitz» y «Estamos ayudando a los árabes que luchan contra los EEUU, no olviden el 11 S, chicos”. Eso nuestra televisión pública se lo ha callado, claro, no sea que si se hiciera público tanto los periodistas-activistas como el gobierno y el parlamento se vieran en el compromiso de valorar la remota posibilidad de que el barco estaba en manos de racistas y terroristas. 

 

Y aprovechando que hablamos de los medios de comunicación, también queremos dedicar unas atentas palabras a David Segarra. Oírlo es entender en qué manos ha caído el periodismo español. El director de la televisión sudamericana para la que trabaja, Telesur, con sede en Caracas, ha declarado que Segarra «ha pagado un alto precio por decir la verdad e informar con originalidad y creatividad» (sic). David Segarra está indignado porque las autoridades israelíes le han requisado sus grabaciones. Probablemente se las volverán cuando acaben de revisar las imágenes de su cámara. ¿Y qué se pensaba que harían después de lo ocurrido, habiendo visto por YouTube que a bordo iba gente que proclamaba que deseaba el martirio, con medio pasaje cantando «muerte a Israel» y sabiendo que necesitan estas imágenes para desmentir las calumnias de los que quieren tirar los israelíes al mar? ¿Cómo se atreve a afirmar que él no vio armas ni grupos organizados ni resistencia cuando desde el mismo barco se retransmitió en directo y vía satélite esta Intifada marinera? 

Otro artículo relacionado: El antisemitismo es para España una política de unidad nacional, en el blog de Martha Colmenares.


guerragaza

¿Conflicto palestino-israelí? A quién le asiste la razón, histórica o no, poco importa a estas alturas.  Personalmente, creo que es un «conflicto» sin solución posible, ni a corto, ni a medio plazo.

Evidentemente se trata de una guerra. Larvada en algunos momentos, muy virulenta en otros. En este último episodio, todos sabemos quien rompió la frágil tregua. Existe una gran desproporción entre las fuerzas contendientes; un ejercito bien organizado contra un ejercito a lo Pancho Villa, con mucha menor potencia de fuego. La misma desproporción se traslada al número de victimas en cada bando. Era de esperar; lo contrario hubiera sido lo inesperado, por extraño,… muestra de ineficencia del mejor preparado. Ha sido una guerra: como la de Afganistán, como la de Irak,… Ha sido una masacre de población civil, pero no ha sido simplemente eso; ha sido y seguirá siendo una guerra. (más…)