Aceras Peatonales



ciclistaCiclista montando en bicicleta sobre la acera de una gran ciudad.
Foto: Flickr/Sascha Kohlmann
Escrito por: Carlos Salas (colaborador de idealista news)

Un fenómeno recorre Europa y el mundo. Los ciclistas van tomando poco a poco las grandes ciudades y están ayudando a proteger el medio ambiente, hacer territorios verdes y crear un mundo más sostenible. Hasta ahí, bravo.

Pero a raíz de esa sana conquista de la metrópoli, se ha creado una especie de dictadura donde los ciclistas más incívicos imponen sus leyes en los pasos de peatones, en las aceras y hasta en los circuitos silvestres o parques.

Y es entonces cuando el peatón se ve amenazado. Por eso, lanzo este manifiesto que debería ser motivo de reflexión para los ciclistas más contumaces:

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Matrícula y seguro para las bicis ( Diario Córdoba – 15/12/2015 )

Una joven transita en bicicleta por la céntrica calle Gondomar, entre numerosos peatones.

Una bicicleatona adulta hembra circula  por la céntrica calle Gondomar, entre numerosos peatones.

Mucho se está escribiendo sobre los veladores en las aceras, que no ocasionan ningún peligro, y sin embargo no le damos importancia al riesgo que supone para los viandantes que las bicicletas, algunas a gran velocidad, campen a sus anchas por aceras y zonas peatonales. Ayer, al salir del portal de mi casa, me atropelló un ciclista que circulaba por la acera. Afortunadamente no iba con velocidad y el impacto solo quedo en una pérdida de equilibrio y un leve golpe. Pero este hecho me hace reflexionar sobre el fenómeno, cada vez más de moda, del ciclista invadiendo el terrero del peatón. Y es que de un tiempo a esta parte han proliferado de forma importante las bicicletas por las calles de la ciudad. Es un transporte ecológico y sano ante el que no tengo nada que objetar. (más…)


El camino de en medio

Hay varias maneras de ver una misma realidad y todas son válidas. Es fácil decirlo, pero mucho más difícil defenderlo. Sobre todo, cuando las tendencias dominantes empujan fuerte y tratan de imponer sus tesis desoyendo otras. En el impulso ciclista urbano pasa, igual que en otros campos donde hay alternativas.Ya está más que recogida la tendencia dominante de demandar espacios marginales exclusivos como vía para promocionar el uso de la bicicleta de una manera cualitativa y cuantitativa definitiva. Pero ¿qué pasa con los que promulgan que también se puede conseguir ese mismo reconocimiento y crecimiento sin necesidad de construir infraestructuras específicas para los ciclistas? ¿Están locos?

Es difícil postular que haya una sola vía o que algo sea mejor en el complicado terreno de la adaptación de la calle a los distintos usos para los que se la requiere, pero lo que está claro es que descartar algo categóricamente sin haberlo siquiera probado es tan poco inteligente como lo contrario.

Está claro que proponer, a muchos ciclistas noveles o a cualquier persona que quiera proponérselo, circular utilizando todo un carril (o el único carril) en muchas calles es un reto que muchas personas no están dispuestas a afrontar, pero no es menos cierto que evitar este tipo de medidas sistemáticamente para lo único que sirve es para demostrar que los ciclistas no tienen sitio y por tanto derecho en la calzada, dejando el camino expedito sólo a los motorizados. Sobre todo si lo único que se hace para facilitar el tránsito ciclista es construir unas cuantas vías segregadas o pintar unas cuantas aceras con mayor o menor acierto.
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La DGT quiere poner límite de velocidad y controles de alcoholemia a los peatones.

El consejo de Estado lo ridiculiza

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A su juicio, esta conclusión es «insostenible», pues los derechos de libertad y seguridad a circular libremente por el territorio nacional y a la intimidad personal de la Constitución, se verían dañado «por el simple hecho de que pasear por las vías se sometiera a estas restricciones».

En este sentido, alega que, de llevarse a cabo la norma pretendida «los españoles habrían de abstenerse de participar en fiestas populares o de asistir a bodas y celebraciones en las que se consume habitualmente alcohol, ya que podrían verse sometidos a un control de alcoholemia si, en las inmediaciones, un vehículo sufre un accidente».


En cuanto a la reducción de velocidad en zonas urbanas, el Consejo de Estado se muestra contrario a su aprobación porque «invade las competencias de las Entidades Locales» y apunta que, de llevarse a cabo esta norma, será «objeto de una inmediata impugnación por parte de los ayuntamientos». Además, éstos han mostrado su oposición a la misma, al considerar que podría «colapsar» la circulación de las ciudades.


En cuanto a la normativa hacia los ciclistas, el Consejo de Estado, la denomina como «notablemente imprecisa», con situaciones que considera «absurdas», como, por ejemplo, fijar límites de velocidad para estos vehículos, cuando no poseen medidores.

Soy un peligrohttps://i0.wp.com/blogs.20minutos.es/capeando-la-crisis/files/2014/05/bici.jpg

Además, apunta que la autorización para transportar niños menores de cinco años por cualquier ciclista «contradice las regulaciones sobre medidas de seguridad vial de los menores» y que este reglamento «altera el modelo urbano en España, en el que la acerca y la zona peatonal no son un carril de circulación, sino un espacio de convivencia de los ciudadanos».


La insolencia de las bicicletas

MARGARITA Barbáchano 01/11/2014

Periodista y escritora.

Publicado en El Periódico de Aragón

Estoy harta de ir paseando tranquilamente por las aceras, paseos y bulevares de esta ciudad y que me asusten las y los ciclistas prepotentes encaramados a sus dos ruedas sin miramientos hacia el peatón. A veces pasan como si manejaran un Audi, con una insolencia desmedida y una mala leche preocupante. No son todos, vale, lo sé, pero los que son, supongo que una minoría, se jactan de ello y ponen en peligro a los peatones; que dicho sea de paso, somos legión, aunque no nos manifestemos por defender nuestros derechos de caminantes, ni formemos un colectivo reivindicativo hasta el cansancio, al estilo Pedalea, que tiene agobiado al ayuntamiento con sus pretensiones desmedidas y su punto absurdo de arrogancia.

Los que forman parte de este colectivo quieren todo: semáforos especiales para que se enteren de que puedan cruzar un paso de peatones; ¿es que son tontos y no les sirven los semáforos normales?, más presupuesto municipal para sus demandas, más carriles bicis, invadir de nuevo el paseo Independencia, y todas las aceras de la ciudad, preferencia para poder desplazarse a su antojo porque tienen prisa, y que no les multen porque ellos son ¿una «casta»? Vamos a ver si somos razonables que la situación del país y de los presupuestos municipales –que pagamos todos– no dan para caprichos elitistas por muy montados en bicis que vayan. Más urgente me parece a mí es arreglar, no parchear, el asfalto de las calzadas y de las aceras de esta ciudad agujereada, que gastarse el dinero en colocar semáforos especiales para las bicis; algo que no deja de ser un capricho cuando hay tantas necesidades urbanas más perentorias. Pero mira tú, que este colectivo tiene poder en el ayuntamiento y lo demuestran cada vez que se sienten ofendidos: amenazan y salen a la calle ultrajados.

¿Y qué pasa con los peatones? A nosotros nadie nos protege. Bueno, sí, el Tribunal Superior de Justicia de Aragón ha dictado sentencia: las bicicletas fuera de las aceras y si van por zonas llenas de gente deberán bajarse de sus vehículos y transitar como los demás hasta que puedan incorporarse al tráfico. Normal, ¿no? Esto es puro civismo. Pues no. Ahí anda el Ayuntamiento de Zaragoza temeroso de la que puedan montar los ciclistas agraviados. La medida correcta es de sentido común: que los coches respeten al máximo la fragilidad de los que se desplazan en bici por la urbe, y que dónde haya carril bici en las aceras, ellos respeten los pasos de peatones, de parada de bus y de cortesía ciudadana. Así de sencillo.

Debemos tener en cuenta además que los peatones que andamos la ciudad con prisas o relajadamente somos legión frente a la soberbia de los algunos ciclistas, y nos manifestamos todos los días del año, en todos los sentidos, arriba y abajo, de un lado a otro, en silencio, sin atropellos ni sobresaltos. No conviene dar más vueltas al asunto. Hay que respetar lo que dicen los tribunales y convivir en armonía peatones y ciclistas. Cada cual en su espacio y sin presionar con las ruedas.